Por un cuestionamiento ético
Es obvio que la supervivencia de los animales salvajes está amenazada. Tan obvio, de hecho, que muchos niños lógicamente se desconciertan cuando los ven en los circos. Los circos con animales siguen mostrándolos como las exhibiciones de monstruos propios del siglo pasado, cuando los humanos no sabíamos hacerlo mejor. Afortunadamente nuestra comprensión del planeta y de los animales con quienes lo compartimos ha evolucionado y esta evolución debe reflejarse en todo lo que hacemos.
Resulta increíble que en el siglo XXI estemos todavía inmersos en este debate ¿Cómo podemos inculcar el respeto hacia la naturaleza, cuando mostramos a los niños animales salvajes alejados de su medio y permanentemente confinados en pequeños recintos? ¿Cómo pretendemos educarles acerca de los animales si no se les permite comportarse normalmente, y se les fuerza unas posturas antinaturales? ¿Cómo podemos hablar de protección, cuando estos espectáculos muestran como normal tratar a los animales como objetos, sin
que tengan opción alguna a la libertad?
Antropomorfismo y antropocentrismo. El circo es el paradigma del antropomorfismo. A menudo a los animales se les disfraza o se les fuerza a adoptar posturas propias de personas, todo mientras son sometidos al abrumador dominio humano. Esta paradoja simplemente muestra cuán imposibilitado está el animal de mostrar su verdadera naturaleza.
No presentamos a los animales, sino que los disfrazamos, los caricaturizamos, los ridiculizamos, los subyugamos, y los transformamos en, como les llama la industria del circo, “animales artistas”, como si fueran especies diferentes. Los animales deben ser considerados seres con un valor intrínseco, con sus propias naturalezas y comportamientos que merecen de por sí nuestro respeto y admiración.
Por los animales
Basándose en numerosos estudios científicos y de comportamiento animal, el Tratado Europeo de Ámsterdam de 1997 reconoció a los animales como seres sintientes; capaces de sentir y sufrir.
La Organización Mundial de Sanidad Animal adoptó en el año 2004 las llamadas “Cinco Libertades”, que durante muchos años han dominado toda discusión sobre el bienestar animal en Europa y que reconocen que los animales tienen unos derechos inherentes. Estas 5 necesidades, se han identificado como la provisión de:
(1) un ambiente apropiado,
(2) una dieta adecuada,
(3) oportunidades para expresar comportamientos naturales,
(4) protección del miedo y los estados angustiosos y
(5) protección del dolor, daños o enfermedades.
La evidencia científica recopilada al largo de los años muestra que el impacto de los circos sobre el bienestar animal es grave y potencialmente debilitante. Los problemas que pueden surgir incluyen respuestas fisiológicas al estrés, sufrimiento mental y físico, aparición de comportamientos anormales, riesgos a la salud por una higiene y dietas inadecuadas.
La naturaleza itinerante de los circos les imposibilita reproducir mínimamente los complejos hábitats y grupos sociales naturales de los animales. Los animales salvajes requieren un cuidado y unos conocimientos muy especializados que los circos, aún con las mejores intenciones, no pueden satisfacer.
Los zoólogos y expertos a quienes el Ayuntamiento de Viena encargaron el estudio “Pautas para la Manutención de animales salvajes en los circos” concluyeron que “los circos no puede proporcionar los entornos específicos requeridos para cada especie animal”.
Por el entrenamiento
En la pista, los animales son presentados desde la perspectiva de su sumisión al hombre. Los felinos se enfrentan a un domador que chasquea su látigo con el objetivo de crear un espectáculo diseñado para mostrar su dominio sobre los animales, mientras que el elefante se arrodilla bajo sus órdenes. Muchos actos pretenden mostrar la supremacía del hombre sobre el animal de las formas más ridículas: osos en bicicletas, elefantes haciendo el pino, monos con tutús.
Como los animales salvajes no realizan acciones contra su naturaleza sin represión, se recurre a la violencia para obligar a los animales a actuar. Los ganchos metálicos utilizados clavándose tras las orejas de los elefantes, los látigos y las descargas eléctricas son métodos sencillamente brutales. Para disimular estas prácticas coercitivas, los trabajadores del circo utilizan cada vez más el término “educador”, en lugar de “domador”.
Doma coercitiva contra la naturaleza. Las herramientas utilizadas por los domadores para entrenar a los animales suelen disimularse en cuanto salen a la pista cubriendo los ganchos con flores y guirnaldas escondiéndolas así de la vista del público que creerá que los animales obedecen voluntaria y dócilmente.
Estos látigos, ganchos y palos se usan para intimidar constantemente a los animales y recordarles que serán maltratados al menor signo de desobediencia si se resisten a actuar. A menudo sólo con oír una palabra del adiestrador, los animales reaccionaran al relacionarla con la agresión a la que son sometidos durante los entrenamientos junto a esa palabra.
Por los riesgos a la seguridad pública
Los circos presentan también oportunidades para que los animales escapen o para que entren en contacto directo con miembros del público, como por ejemplo a través de barreras inapropiadas. Considerando que estos animales son potencialmente muy peligrosos, y más bajo la frustración y la presión que implica el conflicto entre sus instintos y las vidas de represión constante que viven, el riesgo es considerable.
Los animales salvajes son impredecibles y suponen un grave riesgo potencial para las personas aunque aparenten calma o estar bajo control con sus cuidadores. Algunos animales se asustan o enloquecen y se rebelan en ataques o fugas que pueden causar graves daños o incluso la muerte a personas u otros animales.
Además de riesgos para las personas, los circos implican también riesgos para los animales. No sólo aquellos derivados de la violencia del adiestramiento y de las posturas forzadas sino también de accidentes que pueden sufrir los camiones que los transportan en la carretera, o durante la carga y descarga. También pueden resultar heridos tratando de escapar, o cuando en caso de huida de uno de estos animales en la vía pública, las autoridades reaccionan abatiéndole a tiros.
Por el riesgo de transmisión de enfermedades
Enfermedades Zoonoticas. Existe también un riesgo de transmisión de enfermedades entre los animales de circo y los visitantes, especialmente cuando hay posibilidad de contacto. Los animales salvajes son potenciales fuentes de enfermedades infecciosas. Por ejemplo, los elefantes de circo pueden estar afectados de tuberculosis y es frecuente el Mycobacterium Bovis en camellos Bactrianos.